Toda la comunidad educativa recorrió, estación por estación, el camino de la cruz en una puesta en escena conmovedora, cargada de simbolismo, arte y fe.
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El silencio reverente del inicio pronto fue acompañado por cantos suaves, luces cálidas y pasos decididos. Así comenzó una de las actividades más conmovedoras del calendario espiritual del Colegio San Bernardo: el Viacrucis Viviente, una jornada que unió a toda la comunidad educativa en una experiencia de profunda reflexión y expresión artística.
Cada curso tuvo la responsabilidad de representar una estación, y lo hizo con entrega, creatividad y respeto. Las estaciones fueron cuidadosamente decoradas, y los estudiantes personificaron con seriedad y sensibilidad cada momento del camino de Jesús hacia la cruz. Las miradas, los gestos y los silencios hablaron por sí mismos. Fue un recorrido en el que no solo se caminó físicamente, sino también con el corazón.
El ambiente fue aún más especial gracias a la música religiosa que acompañó el trayecto, marcando el ritmo del recorrido y envolviendo a todos en un clima de recogimiento y conexión espiritual. Cada estación trajo consigo un mensaje, una pausa para meditar, una oportunidad para renovar la fe y el compromiso con los valores cristianos.
La Promoción se encargó de los faroles que guiaron el camino. Estas luces, trabajadas con esmero y detalle, no sólo embellecieron el recorrido, sino que aportaron una atmósfera solemne y cargada de simbolismo.
“El Viacrucis Viviente no fue solo una representación: fue una experiencia compartida de comunidad, arte y fe. Un momento para recordar que en San Bernardo se educa con valores, y que cada actividad es una oportunidad para crecer como personas”, indicó el director de Primaria, Marco Suárez.
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