Internet puede ser luz o sombra. Puede ser un recurso o una amenaza. Todo depende de cómo lo usen… y de cómo los acompañemos
Paola Ortuño/ Gabinete de Psicología
No hay duda: internet ha llegado para quedarse. Y más aún, ha llegado a formar parte de la infancia y la adolescencia. Es fuente de información, ventana al mundo, espacio de juego y de encuentro. Pero también puede ser un terreno frágil, resbaladizo, y a veces, riesgoso.
Nuestros hijos navegan desde muy pequeños: exploran, buscan, aprenden y se entretienen en dispositivos que a menudo manejan mejor que nosotros. Pero… ¿los estamos acompañando en ese viaje?
Lo positivo: cuando la red suma
En el ámbito educativo, internet es una herramienta poderosa. Les permite investigar, aprender con autonomía, reforzar contenidos y hasta entrenar la atención con recursos lúdicos. Es un complemento valioso para la escuela, si se usa con propósito y límites.
En el plano emocional y social, muchas plataformas ofrecen espacios donde los jóvenes pueden expresarse, compartir, conectar. Para algunos, sobre todo los más tímidos, estas redes se convierten en una forma segura de ser escuchados, de encontrar tribu. Existen también comunidades de apoyo y experiencias compartidas que pueden ser reconfortantes.
Lo que preocupa: cuando la red lastima
Pero no todo lo que brilla en pantalla es oro. El uso sin límites, sin guía, sin filtros, puede exponer a nuestros hijos a:
¿Qué podemos hacer como padres?
No se trata de prohibir, sino de acompañar. Educar digitalmente implica estar presentes, establecer normas claras, enseñar a pensar antes de compartir, y sobre todo, conectar emocionalmente.
Una buena conversación puede ser más poderosa que cualquier control parental. Es fundamental ayudarles a identificar cómo lo que ven y consumen afecta su mundo interno: ¿Cómo se sienten después de ver ese video? ¿Qué piensan de lo que leen? ¿Por qué ese comentario les dolió?
Fomentar esa autorreflexión les da herramientas: los vuelve más críticos, más conscientes, más seguros.
En resumen:
Internet puede ser luz o sombra. Puede ser un recurso o una amenaza. Todo depende de cómo lo usen… y de cómo los acompañemos.
Como padres, tenemos la hermosa tarea de ser guías. No expertos en tecnología, pero sí expertos en amar, cuidar y estar. Y eso, créanlo, hace toda la diferencia.
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