Autor: MSc. Marco Gonzalo Suárez Vidaurre.
Una de los aspectos fundamentales al momento de analizar o simplemente conversar sobre educación, es el rol de la familia en la educación escolar de los niños y niñas.
Estos dos espacios, familia – escuela, son fundamentales para el desarrollo y socialización de los niños. La familia en primer lugar, dado que es donde se lleva a cabo el aprendizaje de las funciones básicas, como hablar y comer, además de aprender los valores y las normas de conducta que, guiarán el futuro del niño, en cuanto a sus relaciones interpersonales en la sociedad, tiene un rol determinante en la personalidad de un niño.
El segundo escenario es la escuela, referida al momento que, estos niños salen al mundo para establecer relaciones interpersonales con sus pares y adultos ajenos a su núcleo familiar, asimilando conocimientos nuevos, cimentados en valores y normativas, que deben tener su origen en su familia. Vivimos en una sociedad con cambios rápidos y profundos permanentemente, por consecuencia se necesita mucho trabajo afectivo y de aprendizaje escolar arduo, para que los sujetos en este caso los estudiantes, se adapten lo más rápido posible y de mejor manera, a un contexto social, lleno de contradicciones.
La complejidad de esta situación, demanda una nueva visión educadora de la familia y la escuela, lo que exige su compromiso para trabajar unidas en un proyecto social común. En este sentido estos dos elementos, deben trabajar estrechamente por la educación integral de los niños y niñas. Describamos algunos aspectos que fundamentan lo expuesto.
Un niño que percibe el compromiso de sus padres en sus actividades escolares, así como de la institución educativa misma, definitivamente se siente fortalecido. Esto debido a que distingue un interés por sus inquietudes, afectos y aprendizajes académicos; permitiendo una mayor predisposición a aprender y convivir en armonía. En consecuencia, tendrá más ánimo para participar en clases y actividades extracurriculares, puesto que está seguro que el apoyo e interés sobre lo que hace o hará es doble, tanto de sus progenitores como de sus maestros.
Así también, el rol de la familia en la educación cobra importancia de sobremanera, cuando se asume que los niños reciben una educación emocional sólida de sus padres y familiares, se le enseña al niño a encarar las emociones diarias, como la ira, la alegría, la frustración y el amor, como base fundamental de la tolerancia y empatía, para que de esta manera pueda encaminarse a la capacidad de resolución de conflictos con asertividad. Estos aprendizajes, una vez asimilados, se practican en situaciones escolares cotidianas, como en la clase o los recreos, dando como resultado una solidez emocional considerable, en niños y niñas.
En este entendido, resulta fundamental una relación coordinada entre la institución educativa y la familia, para establecer los parámetros de educación en valores que se debe trabajar en casa, así como la generación de hábitos positivos que enriquezcan la integralidad educativa del niño(a) y de esta manera, él sabrá comunicar sus emociones de un modo saludable y socializar sanamente en ambos escenarios.
Dada la complejidad de la realidad actual, los desafíos y compromisos de la familia para con los niños es considerable, toda vez que cada acción demostrada y palabras mencionadas entre sus miembros, repercute de sobremanera en la vida del niño, conllevando problemas de no ser positivas, no solamente en al ámbito escolar y traducidos en desinterés, falta de motivación, dependencia, bajo rendimiento, fracaso escolar, violencia, etc., sino también en lo social. No se puede señalar a la familia, a la escuela o a los alumnos, de manera independiente, sino que la interacción de todos estos actores debe dar soluciones mancomunadas, llamada educación integral.
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